miércoles, 1 de febrero de 2012

¿ FELIZ NAVIDAD ?

¿Feliz Navidad?
 
 
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
 
 
Nací en un país comunista donde no se celebraba la navidad pues el sistema era y es ateo. Ni siquiera escuché alguna vez la palabra navidad fuera del círculo cristiano al cual pertenecía. El mundo secular celebraba la noche buena (el 24 de Diciembre) pero lo hacia comiendo lechón y tomando cerveza, sin que el nombre Jesús fuese mencionado para nada. Así que el comunismo lo primero que hace cuando llega a un lugar es eliminar de la sociedad todo lo que tenga que ver con Dios y sobretodo con Cristo Jesús, como ocurrió con la celebración de navidad según pude experimentar personalmente durante mis primeros años de vida.
 
 
No vine a conocer de la navidad o natividad y sobre esta celebración hasta que pisé suelo norteamericano. Al llegar acá noté un giro de 180 grados (comparado al comunismo), pues todo el mundo parecía ser cristiano y se deseaba una Feliz Navidad durante esta temporada. A pesar de que costumbres no bíblicas fueron introducidas en esta celebración, todo el mundo sabía que la verdadera razón de la navidad era y es el nacimiento de Cristo en este mundo.
 
 
Sin embargo, con el transcurrir del tiempo noté que no se decía tanto “Feliz Navidad” (“Merry Christmas”, en inglés) como antes, sino más bien “Felices Fiestas” (“Happy Holidays”). Descubrí que este cambio se debía al hecho de que personas no cristianas como los judíos, musulmanes y ateos, se quejaban cuando se les decía “Feliz Navidad” ya que ellos no celebraban ni creían en la navidad (por no creer en Cristo) y por lo tanto, se ofendían que les desearan una Feliz Navidad. Muchos grandes comercios por no perder a sus merchantes prohibieron a sus empleados desear "Feliz Navidad" a sus clientes y en su lugar empezaron a usar la frase: “Felices Fiestas”. También en la televisión, muchos de los anuncios publicitarios se cohíben de desear una Feliz Navidad sino más bien usan la “políticamente correcta” frase mencionada anteriormente (“Felices Fiestas”) que no menciona específicamente a la Navidad o tiene que ver con Jesús en lo más mínimo. Así que al igual que los comunistas y lo
s ateos, los musulmanes y judíos no convertidos (entre otros grupos religiosos que no creen en Jesús) se oponen al uso de “Feliz Navidad” y se proponen (hasta donde les es posible) eliminar por completo esta celebración que aunque no todo lo que se hace en ella es bíblico, está relacionada al innegable acontecimiento bíblico e histórico de que Cristo Jesús nació en un pesebre (Lucas 2:7,12,16), un lugar reservado para los animales (Lucas 13:35), se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14).
 
 
Aunque un poco decepcionado pensé que esta discriminación y ola anticristiana no sucedería dentro del cristianismo y que por lo menos dentro de nuestras iglesias cristianas todos estaríamos libres de celebrar este acontecimiento, no como el mundo lo celebra con sus tradiciones y demás, sino haciendo un énfasis especial en la verdadera razón por la cual existe y se celebra la navidad, la cual está estrechamente vinculada al evangelio puesto que es parte de su definición por los ángeles anunciar: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10,11). Las “buenas nuevas de salvación” (evangelio) incluía como primer paso el Cristo ser engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo y nacer en esta tierra.
 
 
Sin embargo, con el tiempo también en el cristianismo se introdujo la ola de inconformidad hacia la navidad puesto que lideres cristianos del pasado como Herbert W. Armstrong y otros enseñaron que esto no era una celebración bíblica. Aunque Cristo no nació el 25 de Diciembre, indudablemente nació en este mundo y si su nacimiento fue una “nueva de gran gozo” para los pastores, y para cada integrante del Pueblo de Dios que por cuatro mil años esperó ansiosamente ese acontecimiento, ¿no lo será o puede serlo también para nosotros en el Siglo XXI? Es como tratar de borrar de la historia el nacimiento de Cristo y su relevancia como parte activa del evangelio al intentar convertir en antibíblica, anticristiana, pagana, mundana y hasta diabólica toda celebración cuyo énfasis es el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo como “buenas nuevas de gozo, que seria para todo el pueblo”, pero que aparentemente no puede serlo para nosotros en la actualidad.
 
 
Eventualmente pensé que lo que habían logrado los comunistas, ateos, musulmanes, judíos no convertidos a Cristo, otras religiones anticristianas y hasta algunos líderes cristianos como Herbert W. Armstrong, no podría pasar y ocurrir dentro de la Iglesia Adventista. ¡Que equivocado estaba! Hermanos y antiguos pastores se han unido a esta ola anticristiana que pretende eliminar todo lo que tiene que ver con la navidad. Pregunto, ¿Es bíblico todo lo que tiene que ver con la Navidad y la manera actual de celebrarse? La respuesta es obvia, no lo es. La siguiente pregunta sería: ¿Hay algo bíblico dentro de la celebración de la Navidad, (Natividad) algo que pudiéramos salvar y aprovechar de esta celebración anual cuyo centro y énfasis debe ser Cristo Jesús? La respuesta también es obvia, si hay cosas que se pueden salvar y adoptar de la celebración de la navidad, cosas que como escribió el Apóstol Pablo en el versículo que citamos al principio y que voy a parafrasear usando mis prop
ias palabras:
 
 
"Debemos pensar, considerar* y aceptar el nacimiento de Jesús y su relevancia como parte del evangelio, como algo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, excelente* de buen nombre, que tiene virtud y que es digno de alabanza y de elogio"*(Filipenses 4:8; adaptación personal).
 
 
Dentro de lo imperfecto, de la tradición y de lo pagano, salvemos y retengamos lo que es verdad, perfecto, justo y bueno. Cristo Jesús no solo fue y es el único ser perfecto sino también es la verdad (Juan 14:6) y por medio de quien únicamente podemos ser salvos (Hechos 4:12).
 
 
No fue Dios quien inspiró, motivó y usó a los comunistas, ateos, musulmanes, judíos no convertidos y otras religiones y sistemas de este mundo a erradicar por completo todo lo que tiene que ver con navidad (incluyendo el nacimiento de Cristo en esta tierra) puesto que todos ellos son sistemas que componen al anticristo según la definición de anticristo dada por el Apóstol Juan (1 Juan 4:3; 2 Juan 1:7**) ya que se oponen a la verdad bíblica de que Jesús se hizo carne (Juan 1:14). Si no fue Dios quien usó a los ateos, musulmanes y otros a erradicar totalmente la navidad, ¿puede usar a cristianos como Herbert W. Armstrong y Hugo Gambetta para lograr exactamente lo mismo pero esta vez dentro del cristianismo y de nuestras iglesias? ¿Puede un reino dividirse contra si mismo?*** Por supuesto que el autor de toda erradicación e intento de eliminar a Jesús no solo de la sociedad sino también de la iglesia, es el mismo. La Navidad es y debe ser Cristo Jesús, no los arbolitos, no los r
egalos. Él es la razón y motivo por la cual existe esta temporada. Exaltemos a Jesús durante esta época navideña convirtiéndolo a Él en nuestra navidad y entregándole a Él el único presente que desea de parte nuestra, tu corazón y mi corazón.
 
 
“Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
 
 
¿Crees que hay algo bueno que se pueda retener y salvar de esta tradición y celebración navideña? Comparte tu opinión con nosotros directamente en el Blog del Foro Adventista donde se encuentra este último mensaje del 2011: http://foroadventista.org/forum/entry.php?772-¿Feliz-Navidad, o respondiendo directamente este mensaje (foroadventista@foroadventista.org). Quienes envíen o publiquen directamente sus comentarios recibirán una bella melodía relacionada con el nacimiento de Jesús. También puedes recibirla si nos renvías este correo escribiendo en el asunto: “Jesús es mi Navidad”, o pulsando “ME GUSTA” en nuestra página de Facebook (http://www.facebook.com/pages/Foro-Adventista/227245960172). Si no quieres recibir más mensajes, puedes darte de baja del foro escribiendo en el asunto: “Dar de Baja”. Continúes o no como miembro de la familia cristiana del Foro Adventista (www.foroadventista.org), te deseamos a ti y a los tuyos una Feliz Navidad y un muy bendecido Año 2012
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David Muñoz
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*Traducción de Filipenses 4:8, Nueva Versión Internacional. Todas las demás citas fueron extraídas de la versión Reina Valera del 1960.
 
**”Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo….Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (1 Juan 4:3; 2 Juan 1:7).
 
***Mateo 12:25, 30: “Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá….El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

EL MILAGRO JAPONES DE LA TERCERA- PARTE TRES

LA TERCERA = JAPON

JAPÓN: Revolución, occidentalización y milagro económico.

Por Mauro Bonifazi

Introducción.
El triunfo mundial del capitalismo es el tema más importante de la historia de la segunda mitad del siglo XIX. Era el triunfo de un nuevo tipo de sociedad que creía que el desarrollo económico radicaba en la empresa privada competitiva y en el éxito de comprarlo todo en el mercado. Se consideraba que una economía de tal fundamento, que descansaba en las sólidas bases de una burguesía, no sólo crearía un mundo de abundancia convenientemente distribuida, sino de ilustración, razonamiento y oportunidad humana siempre creciente. En resumen: un mundo en continuo y acelerado avance material y moral. Los pocos obstáculos que permanecieran en el camino del claro desarrollo la empresa serían oportunamente barridos.
La historia de este período se caracteriza por un masivo avance de la economía mundial del capitalismo  industrial, del orden social que representó, de las ideas y creencias que parecían legitimarla y ratificarla: en el racionalismo, las ciencias, el progreso y el liberalismo. Ciertas regiones del mundo alejadas de Occidente y ajenas al capitalismo, ante la asidua presión de éste por lograr penetrar en sus economías, se vieron obligadas a elegir entre una resistencia resuelta de acuerdo con sus tradiciones y modos de vida y un proceso traumático de “modernización”.
     Ante esta lógica se encontraba Japón de mediados del siglo XIX, asediado ante la presión de potencias extranjeras y en plena crisis de su sistema militar de régimen señorial y shogunal. Esta situación obligó a Japón, a partir de 1866, a llevar adelante un proceso de transformación económica, política y social, conocido con el nombre de Revolución Meiji, que supuso el punto de partida de la moderna sociedad japonesa.


La Revolución Meiji.
    La Revolución Meiji constituye el punto de arranque de la formación de la moderna sociedad capitalista. Algunos autores la inscriben en la línea de la Revolución Francesa, ya que logró acabar con el régimen señorial y feudal, posibilitando la unidad nacional del país. Pero, a su vez, se desvió del significado histórico del caso francés, al desembocar en la instauración de una monarquía absoluta y no en una democracia liberal.
     La historia de la Revolución Meiji plantea dos tipos de problemas: uno que hace referencia a la transición del feudalismo al capitalismo y, por otra parte, un problema referente a la estructura histórica específicamente japonesa que convierte a la Revolución Meiji en un “arquetipo” de la revolución burguesa.
     A diferencia de la Revolución Francesa, la Revolución Meiji se llevó a cabo “desde arriba”. A menudo se han atribuido sus causas a presiones externas, que obligaron a la apertura de Japón. Pero, por sí solas, estas fuerzas exteriores no habrían conseguido modernizar una sociedad, sin una evolución económica interna de características capitalistas que se estaba gestando en el interior de la economía feudal de Japón. La Revolución Meiji es un proceso donde convergen tanto la evolución interior como las influencias exteriores.
     Hacia mediados del siglo XIX, la presencia de fuerzas extranjeras en el Pacífico era un hecho. El problema de la confrontación con Occidente había preocupado a los japoneses durante largo tiempo. Ciertamente, la victoria de los británicos sobre China en la primera Guerra del Opio (1839-1842) había demostrado las posibilidades ilimitadas de actuación de los occidentales. Ante sus ojos, Japón no era más que otro país oriental, o al menos lo consideraron igualmente predestinado a convertirse en víctima del capitalismo, debido a su atraso económico y su inferioridad militar.
     La introducción de Estados Unidos en el Pacífico puso definitivamente a Japón en el centro de los intentos occidentales para “abrir” sus mercados de la misma manera que la Guerra del Opio había abierto los de China. La resistencia directa era imposible, según demostraron las débiles tentativas de organizarla. Las simples concesiones diplomáticas no eran más que un recurso  temporal. Ya en 1853-1854, el comodoro Perry de los EE.UU les obligó a abrir determinados puertos mediante el uso habitual del método de la amenaza naval. En 1862 los británicos, con total impunidad, bombardearon la ciudad de Kagashima como represalia por la muerte de un inglés. La presencia de las fuerzas occidentales era, ya a esta altura, un hecho absolutamente consumado.
     La defensa de la independencia del país, frente a la presión de las potencias extranjeras, representó un desafío para el régimen feudal de los Shogunes, carentes de respuestas ante la amenaza y en plena crisis estructural. Esto imponía la necesidad de una transformación rápida del mismo, en un estado moderno. Tal transformación implicaba inevitablemente un proceso revolucionario. A diferencia de la revolución burguesa occidental del tipo clásico, que terminó con la estructura del estado absolutista y posibilitó la instauración de una sociedad moderna y democrática, en Japón, y debido a sus características estructurales internas, la restauración y la apertura del país ante la presión de circunstancias externas se vieron orientadas hacia la formación de un estado absoluto y oligárquico, cuya alternativa política era la restauración del régimen imperial contra el poder shogunal.
     En 1868 se proclamó finalmente la Restauración Meiji con el traspaso del poder estatal del shogun al emperador. Esto inició un proceso político económico y social que, tras unos diez años de disturbios y revueltas agrarias provinciales, condujo a la modernización del aparato del estado y a la unidad nacional. Por tal razón, se supone el punto de partida de la moderna sociedad japonesa.
     Para llevar a cabo esta tarea de “modernización” se necesitaban ante todo recursos económicos, con objeto de dominar a los nobles resistentes, reprimir las revueltas provinciales y las agitaciones campesinas, indemnizar a los propietarios señoriales y feudales, proteger y fomentar la industria e instalar la producción de manufacturas estatales. También había que modernizar y equiparar el estado, las fuerzas armadas y el sistema burocrático. Debido al escaso desarrollo del capital industrial, el nuevo gobierno se vio obligado a buscar sus recursos financieros en la tierra y en los impuestos territoriales tomados de los antiguos censos señoriales. Pero, con el fin de adaptarlos a las nuevas necesidades del estado, dichos tributos, que se recogían en especie, se transformaron en impuestos en dinero. Estas modalidades financieras, establecidas por el gobierno de la restauración constituyeron el punto de arranque de las reformas agrarias.
     En cuanto al desarrollo temprano del capitalismo, el caso japonés presentó grandes diferencias con respecto a la Europa occidental. Mientras que en Occidente las manufacturas estatales centralizadas fueron desapareciendo durante la revolución burguesa, en el Japón se desarrollaron por todo el país las fábricas del estado: arsenales y siderurgias. Las fábricas de hilados y tejidos fueron rápidamente modernizadas a través de un proceso conocido como revolución industrial “desde arriba”. El número de manufacturas del estado era muy elevado, alcanzaron su apogeo en la década de 1870-1880. A partir de 1880, éstas empresas protegidas por el gobierno absolutista pasaron, mediante subasta pública, a manos de ricos capitalistas monopolistas, como Mitsui y Mitsubishi, que mantenían estrecho contacto con el estado.
     La revolución japonesa, al no abolir las relaciones feudales de la propiedad territorial, permitió el desarrollo de la actividad del capital comercial y usurario de tipo antiguo, impidiendo la libertad y autonomía del campesinado independiente y de los pequeños o medianos productores de mercancías. Así pues, mientras que la revolución burguesa de tipo clásica supuso, gracias a la abolición de las trabas feudales de producción y propiedad, el primer paso a la subordinación de capital comercial al capital industrial, el capitalismo nipón siguió pautas diferentes. La revolución industrial y la transformación del capital comercial en capital industrial se llevaron bajo el dominio de los ricos capitalistas monopolistas, eso es lo que le confiere una estructura esencialmente distinta a la del capitalismo de Europa occidental. Queda claro que esta peculiar estructura vino determinada por el régimen agrario y la propiedad territorial feudal, que aseguraron la supervivencia y multiplicación de las relaciones feudales de producción en la agricultura japonesa.


El inicio de la occidentalización.
    Los activistas revolucionarios (jóvenes samurai) reconocieron que, para llevar a cabo su objetivo de salvar al país, era necesario un proceso de occidentalización sistemática. En 1868 muchos habían tenido contacto con el extranjero, algunos hasta habían viajado al exterior. Todos reconocían que la conservación implicaba transformación.
     La fuerza motriz para la transformación del Japón era para ellos la occidentalización. Occidente contaba claramente con el secreto del éxito y por lo mismo había que imitarlo a toda costa. Tomar un conjunto de valores e instituciones de otra sociedad representaba  un intento del todo sorprendente, traumático y problemático. El intento no podía llevarse a cabo de una manera superficial y poco controlada, sobre todo en una sociedad profundamente distinta de Occidente como la japonesa. Muchos se lanzaron, con exagerada pasión, a su tarea de paladines de la occidentalización. Para algunos, la renovación parecía implicar el abandono de todo lo que fuera japonés, en cuanto consideraban que todo el pasado era bárbaro y atrasado. Las propuestas llegaban hasta la renovación de la raza japonesa, considerada genéticamente inferior, mediante el entrecruzamiento con la “raza superior” occidental, sugerencias basadas en las teorías occidentales del racismo social darwinista, que realmente encontraron un apoyo en las más altas esferas de Japón. Ciertos estilos de la vida de occidente, como el vestuario o la alimentación, fueron menos adoptados que la tecnología, los estilos arquitectónicos y las ideas de Occidente. ¿Acaso la occidentalización no implicaba el abandono de todo lo oriental, incluido el emperador?
     La occidentalización planteó aquí, al contrario de lo ocurrido con la adopción de elementos chinos, un gran dilema. Porque “todo lo de Occidente” no constituía un sistema sencillo y coherente, sino que se trataba de toda una complejidad de instituciones e ideas rivales. En la práctica, los japoneses eligieron: El modelo británico, que sirvió naturalmente de guía en cuanto al ferrocarril, el telégrafo, las obras públicas, la industria textil, y muchos de los métodos de negocio. El patrón francés inspiró la reforma legal y la reforma del ejército. Las universidades debieron mucho a los ejemplos alemán y norteamericano, así como la educación primaria, la innovación agrícola y el correo. En 1875-1876 fueron empleados bajo supervisión japonesa entre quinientos y seiscientos expertos extranjeros y en 1890 unos tres mil.
     Pero la elección de aspectos referentes a lo político e ideológico era más compleja. Japón rivalizaba políticamente con los sistemas de los estados burgueses liberales de Gran Bretaña y Francia. El liberalismo era naturalmente opuesto al  estado absolutista, adoptado luego de la Restauración. A su vez, la occidentalización, ¿no entrañaba la adopción de las ideologías que fueron fundamentales para el progreso de Occidente, entre ellas el cristianismo?.
     Al cabo de un tiempo había tomado cuerpo una fuerte reacción contra la occidentalización  sistémica y el modelo liberal. Esta reacción se manifestó en la constitución de 1889, sobre todo mediante una reacción neotradicionalista que virtualmente inventó una nueva religión centrada en el culto al emperador: el sintoísmo. La combinación de neotradicionalismo y modernización selectiva fue lo que prevaleció. Sin embargo, existía una fuerte tensión entre aquellos para quienes la occidentalización significaba una revolución total y los que creían que era la clave del progreso económico. Más allá de las contradicciones internas, Japón llevó adelante un increíble proceso de modernización que lo convirtió en una formidable potencia moderna. Difícilmente podía imaginarse que, al cabo de medio siglo, Japón sería una gran potencia capaz de derrotar a sus pares europeos en un enfrentamiento armado. 
    Luego de la Restauración, el gobierno Meiji tuvo como tarea el cumplimiento de dos objetivos principales. Por un lado, la decisión de fortalecer el ejército, es decir, de desarrollar un poderío militar que le permitiera a Japón equipararse con Occidente. Esto significó el comienzo del desastre, ya que es un aspecto relevante para explicar el origen de los conflictos que llevaron a Japón a participar en la Segunda Guerra Mundial. El segundo objetivo de la política Meiji estuvo dirigido al desarrollo económico del país. Este fue sin duda el aspecto más exitoso y duradero de la Revolución.

El milagro económico.
     La guerra dejó a Japón con grandes problemas: unos diez millones de desocupados, gran cantidad de excombatientes que quedaron desmovilizados, destrucción general de viviendas y plantas industriales, una inflación creciente, etc.  Las pérdidas materiales debidas a la guerra se han calculado en una cuarta parte de la riqueza nacional. Aún así, no todas las consecuencias eran adversas. El desempleo quería decir que había gran cantidad de mano de obra lista para ser empleada, la guerra había elevado también el nivel de tecnología y de capacidad de la producción de la industria pesada, en el sector de hierros, acero, maquinarias y químicos.
     Además de hacer uso de estas ventajas, el Japón contó con la ayuda de EE.UU. En un primer momento, la ayuda estuvo destinada a lograr la autosuficiencia nacional, tomar medidas para poner fin a la inflación (el plan Dodge 1949), sumadas a inyecciones sustanciosas de capital y tecnología avanzada.
           

Lo que representó un verdadero estímulo para el capitalismo japonés fue la guerra de Corea de 1950. Esta guerra llevó a EE.UU. a invertir veintitrés mil millones de dólares en gastos militares. Las fuerzas de ocupación ordenaron que las fábricas de armamento cerradas fueran puestas en servicio, a plena capacidad productiva, representando un gran estímulo para la producción japonesa. A su vez, EE.UU. impulsó el comercio japonés sobre todo el sudeste asiático y auspició los tratados de reparación bajo los cuales Japón estaba obligado a proveer de artículos y servicios a los países que antes había ocupado. Nada de esto hubiera sido posible sin una regeneración de la propia industria japonesa. A partir de 1946 se crearon en Japón una serie de instituciones económicas, financieras y bancarias con el fin de estimular la recuperación económica. El Consejo de Estimulación Económica fue creado con la misión de coordinar la producción, y el Banco de Reconstrucción con la de canalizar capital a determinadas industrias. A su vez, en 1948, se conformó el Consejo de Estabilización Económica destinado a elevar los niveles de  producción, y al año siguiente se estableció el Ministerio de Industria y Comercio Exterior.
     Estas instituciones, junto a la contribución de EE.UU., habían echado los cimientos sobre los que se erigiría el espléndido edificio del desarrollo económico japonés. A ello contribuyeron varios factores además de una consistente política de apoyo oficial. La economía mundial había entrado en un período de expansión, la industria japonesa disfrutaba de  buenas relaciones laborales, esto facilitó el desplazamiento de mano de obra a las industrias y a los empleos de productividad superior, que habían de ser la clave del subsiguiente desarrollo. Otros factores fueron la transferencia tecnológica de EE.UU. a Japón, los cambios sociales como la reforma agraria y el desarrollo de los sindicatos, que contribuyeron a la mejora de la distribución de la ganancia y a una expansión del mercado interno. Con estos estímulos la industria japonesa primero se recuperó y luego se expandió.
     En los años ´60, la economía japonesa estaba dominada por un número relativamente pequeño de fabricantes a gran escala, como Mitsubishi, Mitsui, Sumtono y Fuji, cada una de las cuales contaba con más de setenta empresas afiliadas.  Aparte de estas agrupaciones había varias empresas de líneas de producción relativamente nuevas, como artículos electrónicos y automóviles. Entre ellas figuraban nombres hoy mundialmente famosos como, Hitachi, Toyota, y Nissan. Gracias al control del M.I.C.E. sobre el comercio exterior, todas gozaban de cierta protección contra la competencia extranjera, en tanto competían por una posición en el mercado interno. Otra característica de ésta época es el desarrollo de productos que necesitaban de tecnología avanzada y de fuertes inversiones de capital: industrias como el acero y la petroquímica, la producción de artículos de consumo, cámaras fotográficas, televisores, motocicletas y al final también, automóviles. Japón se estaba convirtiendo en uno de los mayores productores del mundo de barcos, cámaras, televisores y automóviles. En 1970, algo más del 30% de las exportaciones iban a EE.UU, alrededor del 15% a Europa occidental y más del 15% al sudeste asiático, donde los principales compradores eran Hong Kong, Tailandia, Filipinas y Singapur.
     A fines de 1973 comienza el período de la crisis del petróleo. Ésta generó en la economía mundial cambios que pusieron fin a la fase japonesa de un crecimiento económico excepcionalmente rápido. Como país que dependía del petróleo, Japón sufrió un enorme aumento en sus facturas de importaciones y una subida general de los precios. La subida de los precios del petróleo tuvo su mayor impacto en los mayores usuarios de energía, como la industria del acero y la petroquímica. Por otro lado, la recesión mundial provocó una caída en la demanda exterior de productos, como barcos, maquinarias y herramientas. Al sobrevenir estos cambios, los políticos del M.I.C.E. japonés decidieron dar una nueva orientación a la industria: alejarse de las que tenían fuerte dependencia de las materias primas importadas y acercarse, sobre todo mediante innovaciones tecnológicas, a las que reflejaban valores mas altos y nuevos. En ésta categoría se incluía la industria automovilística, en 1980 Japón producía más coches que EE.UU. A su vez, la industria informática cobró un gran auge.
     El cambio de relación entre importaciones y exportaciones había puesto la balanza comercial japonesa con un saldo positivo durante veinte años. Esto permitía salidas sustanciales de capital a largo plazo, que al cabo de algunos años convirtieron a Japón en uno de los principales países acreedores del mundo. A fines de 1987 las inversiones directas japonesas en el extranjero habían alcanzado los veintitrés billones de dólares. EE.UU, era el país donde se destinaba la mayor parte de las inversiones, en él se encontraban seiscientas fábricas japonesas, un centenar aproximadamente de las cuales eran de electrónica, automóviles o de otro tipo de maquinarias.    

Conclusión
    La Revolución Meiji marcó el inicio de la moderna sociedad japonesa, introduciendo un proceso de modernización a la manera occidental. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, el desarrollo y el triunfo mundial del capitalismo, y de las ideas y creencias que parecían legitimarlo, estaban avanzando en ciertas regiones del mundo alejadas de Occidente y hasta entonces ajenas al capitalismo. La resistencia a la presión externa no tenía lugar, y la modernización se presentaba como el único medio de conservación.
     Durante cien años el conflicto entre ser asiático y ser moderno a la manera occidental fue un tema constante en la vida japonesa. El primer intento de modernización se dio durante la Revolución Meiji: la occidentalización era la fuerza motriz para la transformación de Japón, pues Occidente contaba con la clave del éxito y, por lo tanto, había que imitarlo.
     Todo lo ocurrido después de 1945, parecía fortalecer la tendencia a lo moderno. La democracia parlamentaria, el gobierno burocrático, la estructura empresarial, los sindicatos, el sistema educativo, etc. Todo tenía su origen en la cultura europea y norteamericana. Igual pasaba en todos los aspectos de la vida cotidiana: autobuses y trenes, las oficinas y las fábricas, la televisión, el periódico, el vestido, incluso la comida. Por lo tanto se impone una pregunta: ¿qué hay en la sociedad japonesa luego de un siglo de modernización que merezca el calificativo de asiático?. Podríamos contestar diciendo que muy poco. La mayor parte de la población ha recibido una educación con autores como Shakespeare, o Tolstoi, y en cuestión de política las orientaciones están entre un conservadurismo a la occidental y el marxismo que sigue teniendo vigencia.
     Por otro lado, nos falta decir que el código ético sigue siendo en gran parte confuciano. Tampoco hay que ignorar la religión como vínculo con la tradición ya que, luego de la guerra, ha habido un considerable auge de movimientos religiosos nuevos, la mayor parte de los cuales afirma tener antecedentes tradicionales.
     Estos fenómenos no son algo “moderno”, ciertamente no son occidentales. Pero, por otra parte, quizás no sea sensato llamarlos asiáticos. Gran parte de la cultura y la tradición japonesa remonta sus orígenes a culturas de fuera de Japón, pero los elementos de éstas habían quedado tan completamente asimilados con el paso del tiempo que habían llegado a ser de hecho japoneses. Es en éste sentido en el cual Japón no representa una identidad asiática definida autoconcientemente, ni se lo puede enmarcar dentro de un conjunto de rasgos definidos como occidentales. Japón debe ser comprendido como un pueblo que presenta características que le son propias y que lo convierten en una nación económica y culturalmente única.


Bibliografía.
- Beashley, W.,G., “Historia contemporánea de Japón”. Alianza , Madrid, 1995.
- Takahashi, Kohachiro, “Del Feudalismo al Capitalismo.”. Crítica, Barcelona, 1986.
- Hobsbawm, Eric,. “La era del capital, 1848-1875.”. Crítica, Barcelona, 1998.
- Hobsbawm, Eric, . “La era del imperio, 1875-1914”. Crítica, Barcelona, 1998.
- Muto Ichiyo, “Lucha de clases e innovación tecnológica en Japón”, Antídoto, Bs. As., 1996.

martes, 31 de enero de 2012

LA TERCERA REVOLUCION INDUSTRIAL- SEGUNDA PARTE

LOS CAMBIOS DE LA TERCERA OLA

2) La Bioingeniería
A mediados del siglo XVII, el comerciante holandés Leewenhoek describió sistemáticamente los microorganismos que había logrado observar con el empleo de sus rudimentarios microscopios (microbios a los que denominó "animálculos") con lo que se dio inicio a la Biología. Esta ciencia, sin embargo, tardó un tanto en su evolución, hasta que en el Siglo XIX, Louis Pasteur (1822-1895) demostró terminantemente que los microbios no aparecían por generación espontánea sino que ellos se trasladaban por el aire, contaminando por este medio a todos los alimentos que estaban expuestos y sin protección; Pasteur puso de manifiesto, igualmente, que todos los procesos de fermentación provienen de intensas actividades microbianas, aunque fue recién a mediados del Siglo XX que se pudo diferenciar la putrefacción (causada por las bacterias) y la fermentación (causada por las levaduras).
Se estima que las bacterias hicieron su aparición en la tierra probablemente hace unos cuatro mil millones de años; a lo largo de esa enormidad de años, ellas se fueron adecuando a las condiciones más duras de vida, lo que les permite hallarse en todos los rincones y vericuetos del planeta: se les encuentra en las laderas de los volcanes, en zonas sulfurosas y en ambientes con temperaturas próximas a los de la ebullición del agua; las hay a más de 2 000 metros bajo la superficie marítima, etc.; la NASA ha detectado bacterias a la altura de 30 kilómetros; los especialistas estiman que en cada hectárea de tierras agrícolas existen de 200 a 5 500 kilos de microbios, lo que se explica por la gran velocidad de reproducción que tienen, cuando las condiciones les son propicias, en cuyo caso su expansión es sencilla: habiendo calor, humedad y alimentación crecen a velocidades enormes, dividiéndose en dos cuando su tamaño llega a un cierto volumen. Se estima que en condiciones óptimas y sin que existan limitantes externos, las bacterias podrían alcanzar una masa mayor que todo el planeta tierra en el breve lapso de tres días. Su versatilidad y capacidad reproductora explican, por lo demás, que el 90 por ciento del material viviente que existe en la tierra esté constituido por los microbios. Se calcula que en cada centímetro cuadrado del cuerpo humano viven unas 100,000 bacterias, siendo la mayor parte de estos seres micros-cópicos benéficos para las personas, (lo que explica la dependencia humana respecto a las mismas). La versatilidad alimenticia de las bacterias es tan grande, que algunas variedades de ellas cuando son puestas en desechos minerales pueden consumir todos los materiales que ellos contengan y que no sean ciertos minerales, así es que por este procedimiento de lixiviación «natural» se puede obtener directamente cobre en minas de cielo abierto (como efectivamente se está haciendo en Canadá y los EE.UU.); Sudáfrica está empleando bacterias como purificadoras metálicas en sus minas de uranio; las grandes empresas siderúrgicas emplean bacterias para provocar alteraciones en la composición química de algunos tipos de hierro para obtener otros más adecuados o deseados; hoy se están empleando bacterias para limpiar compuestos químicos, sustrayéndoles productos petrolíferos, asfalto, polietileno y hasta poderosísimos venenos como el fenol, el DDT y aun el "agente naranja", que es el poderoso defoliante empleado por los EE.UU. en la guerra de Vietnam.
Pero los hongos y las bacterias no sólo pueden ser útiles por lo que consumen, sino también por lo que producen, pues ellos pueden generar un moho que mata las bacterias infecciosas, como es el caso de la penicilina y la estreptomicina.
En cuanto a la fermentación, ella está vinculada a muchos de los últimos miles de años de la vida humana. Este es el caso de los sumerios y los babilonios, que fabricaban cerveza a partir de la cebada; los incas obtenían el ajha (o chicha) por la fermentación del maíz; así es que por este camino experimental y de observación sistemática nació el malteado; también se obtuvieron los cereales germinados, la destilación de las bebidas alcohólicas, los vinagres y el queso, el pan, el yogurt, el sake, etc. Pero estos procedimientos que acompañan a la humanidad desde hace milenios, de pronto tuvieron un vuelco cuando en 1953 Watson y Crick descubrieron la estructura molecular del ADN, que contiene el código genético y que encierra la clave de la vida: el gen señala a la célula cómo debe proceder y qué debe hacer y también qué producir, señala el camino de la vida y también la fecha de la muerte (es como el software que manda a los ordenadores lo que deben hacer en cada momento). A partir de este descubrimiento, se fueron profundi-zando los conocimientos que se tiene sobre los genes, que son partes integrantes de las hélices en que se expresa la molécula de ADN; se descubrió, por ejemplo, otro ácido parecido al ADN, pero que a dife-rencia de éste no se halla en el núcleo sino que se encuentra esparcido en toda la célula, teniendo como función la de transmitir y ejecutar las órdenes procedentes del ADN. A base de todos estos avances, en 1973 dos científicos (Boyer de la U. Berkeley y Cohen de la U. de Stanford) concibieron y ejecutaron la hazaña de trasladar los genes de un organismo a otro, con lo que algunas propiedades o comportamientos de un ser viviente se pueden transferir a otro ser viviente también microscópico; así es como se dio nacimiento a la llamada ingeniería genética, que hoy constituye uno de los puntos más altos de la ciencia y tecnología de vanguardia. Posteriormente, Cohen mismo explicó los posibles alcances de la novísima especialidad científica, en los términos siguientes: "La manipulación de genes amplía las posibilidades de construir células bacterianas que pueden cultivarse y a un precio reducido, y que sintetizarán una amplia variedad de sustancias producidas biológicamente, como son los antibióticos y las hor-monas e incluso enzimas capaces de convertir directamente la luz solar en sustancias alimenticias o en energía utilizable. Quizá proporcione incluso una base experimental para introducir nueva información genética en las células vegetales y animales".


1977, la primera empresa de ingeniería genética del mundo empezó a producir hormonas cerebrales para su venta médica comercial, además de otras hormonas más. El año 1982, en el puerto inglés de Liverpool, comenzó a funcionar la primera fábrica dedicada a la producción de insulina humana. Para entonces ya se vendía en los mercados médicos el Interferón para el tratamiento del herpes y algunas formas de cáncer, factores sanguíneos para la cura de la hemofilia, agentes anticoagulantes que permiten el tratamiento más eficaz de los males cardíacos, la hormona que controla el crecimiento de los huesos humanos, sustancias (como las citoquinas y las linfoquinas) empleadas en el equilibrio de los sistemas inmunológicos, sustancias especí-ficamente empleadas en el control de los estados anímicos, y así suce-sivamente.
En la actualidad operan una gran cantidad de empresas dedicadas a la producción de alimentos y medicinas, radicadas en los países más poderosos del planeta. Esta novísima industria biogenética puso en retroceso a todas las que, empleando procedimientos tradicionales, se dedican a la fabricación de artículos similares, y el tiempo opera en favor de aquéllas y en desmedro irremisible de las que usan tecnologías que son del pasado.
3) Las Telecomunicaciones
Las telecomunicaciones están cambiando todas las formas de vida y de trabajo tradicionales. Tomemos para probarlo, el caso de la burótica (o de la tecnología de la oficina) expresada en que las grandes empresas de los países más poderosos tienen en sus oficinas compu-tadoras, en las que al teclearse un terminal aparece en la pantalla el texto (carta, oficio o memorándum) que se pretende remitir a otro lugar, para cuyo efecto se pulsa el botón de envío y a los pocos segundos la comunicación se refleja en la pantalla de otra oficina del mismo edificio o de otra ciudad a miles de kilómetros de su punto de remisión. Pero los ordenadores de las telecomunicaciones se están empleando también en las viviendas particulares, de quienes quieren establecer comuni-cación a distancia. A su vez, el fax puede enviar transcripciones exactas de textos o diseños, de una ciudad a otra o de un país a otro (con el efecto de que las fronteras ya no son ningún filtro y el espionaje deviene casi en incontrolable). Asimismo, ahora se está generalizando el empleo de la caja de comunicaciones, que resulta de la fusión del ordenador con la televisión, lo que permite hacer todas las operaciones comerciales sin el requisito del desplazamiento, como por ejemplo, tener cotizaciones, pagar facturas, comprar alimentos, etc. Como las informaciones periodísticas por la telemática son tan rápidas, los periódicos están cambiando ya su contenido, sustituyéndose las infor-maciones por los artículos largos y los análisis y gráficos extensos. Los teléfonos conectados a ordenadores pueden buscar a la persona con que se quiere establecer comunicación, mientras el interesado realiza otras tareas. Las centrales de informaciones pueden transmitir a cualquier punto textos de cualquier tipo, referido a publicaciones de cualquier parte del mundo, etc.
De su lado, los semiconductores y la fibra óptica están dando un nuevo impulso a la revolución fantástica de las telecomunicaciones. La fibra óptica no es sino un cable que permite transmitir comunicaciones o informaciones mediante pulsiones de láser; hasta ahora estas comunicaciones se realizaban por medio de los cables de cobre, con el efecto de que las grandes ciudades ya no pueden soportar la enormidad de cables cupríferos de todo grosor que las comunicaciones modernas requerían; pero esto ya está acabándose, pues las redes de fibra óptica y las ondas luminosas están sustituyendo rápidamente a los pesados cables de cobre, debido a que la economía que se obtiene con el cambio es de tal magnitud que por una fibra óptica del grosor de un pelo pueden pasar 50,000 llamadas telefónicas de ida y vuelta, para lo cual se precisan 5 cables de cobre con el diámetro de medio metro cada uno (la diferencia económica a favor de la fibra óptica es, como puede verificarse, absoluta y total). Por eso es que las más grandes empresas transnacionales se han volcado a la fabricación de fibra óptica: la Corning Glass de EE.UU. la produce en gran escala, pero también hace lo propio la Fujitsu Fanuc y la National Electric C. (NEC) del Japón, la Siemens de Alemania, la Philips de Holanda, y ya están entrando en el negocio la Nippon Telegraph and Telephone (NTT). Conjuntamente con esto, las grandes empresas compiten por sus países en el establecimiento de satélites artificiales, a través de los cuales se captan informaciones, se efectúan tomas fotográficas y se viabilizan las comunicaciones a larga distancia en tiempos fantásticamente cortos, así como se realizan las comunicaciones a larga distancia, en lapsos increíblemente breves.
Otro hecho digno de remarcarse es que, pese a la crisis de 1973, el Japón es el país que más alta tasa de crecimiento de su P.B.I. muestra (la que durante la década de los años 70s fue del 5,0 por ciento anual) en tanto que los Estados Unidos muestra una tasa promedio anual de crecimiento de su P.B.I. de sólo el 2,8 por ciento, lo que sumado al hecho que esa misma potencia había exhibido en la década anterior la tasa más baja de su P.B.I. explica suficientemente que los Estados Unidos es el país que más ha sufrido por los cambios de la época, con el resultado de que su posición relativa en el mundo ha disminuido. Asimismo, para protegerse de las consecuencias derivadas de la retracción, las distintas potencias han procedido a crear bloques económicos, o han tomado medidas orientadas a que los procesos correspondientes se aceleren; esto explica que: (1) La Comunidad Económica Europea entrará en pleno vigor hacia 1992; (2) El Mercado Común de América del Norte al que se ha denominado integración silenciosa (porque se ha realizado en el plano de los hechos antes que en las negociaciones especiales) en su fase inicial comprende la integración entre EE.UU. y Canadá (desde 1992) para luego proceder a la práctica absorción de México en el bloque; (3) El Eje Económico de la Cuenca del Pacífico, que es la nueva espina dorsal alrededor de la que va girando la economía mundial, formado principalmente por el Japón e integrado por Australia, Nueva Zelandia, Canadá, Estados Unidos, Hong Kong, Singapur, Corea de Sur y del Norte, Taiwan, Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia, sea una vigorosa realidad; (4) La Integración Económica de los Países Nórdicos (Suecia, Noruega y Finlandia) basada fundamentalmente en la gran cooperación e integración de sus industrias del conocimiento, se intensifica más aún; (5) La Comunidad Económica de América Latina, que hasta ahora ha sido más teórica que real, deberá llevarse a cabo por los imperativos de la hora; (6) La Comunidad Económica de la Europa Oriental, bajo la guía rusa y que hoy encara una necesaria reestructuración económica profunda, busca alguna forma de reanimación.
En los países industrializados, los momentos más depresivos de sus ciclos económicos fueron 1973 y 1982; en 1973 se presentó una brusca caída económica por causa de que el precio de una materia prima esencial y sumamente difundida que es el crudo, sufrió una violenta alza; en 1982, en cambio, la crisis se debió a que, como el Japón se había lanzado a la aplicación de las novísimas tecnologías al comenzar la década de los 80s, sus productos de alta calidad y bajo precio invadieron los mercados de EE.UU. y Europa, provocando un exceso en la oferta del producto local y la semi paralización de grandes ramas productivas, como es el caso de la industria automotriz norteamericana (que vio cubierto su mercado interno, en un tercio, por productos japoneses) o de la industria siderúrgica norteamericana y europea (que de pronto se encontraron con que los productos japoneses, fabricados con el empleo de robots y que emplean menos gasolina, invadieron sus mercados con artículos de alta calidad y de bajos precios) o de la industria naviera europea (cuyos astilleros pararon debido a que no podían competir con sus similares japoneses, altamente robotizados), etc.
El hecho es que, en 1982, el PBI de algunas potencias como Suiza, Alemania Occidental, Italia y Estados Unidos sufren un fuerte decrecimiento (o muestran una tasa negativa de expansión) como se puede verificar en el cuadro siguiente

Como puede verse en el cuadro Nº3, en la década de los años 70s la economía japonesa mostró las tasas anuales más altas en cuanto al crecimiento económico (en el conjunto de los 7 países considerados) siendo notable que mantenga su liderazgo en los comienzos de la década de los 80s, mientras Alemania muestra un fuerte bache en 1981 (pues decrece su PBI en menos de 0,3 por ciento) en tanto que el año 1982 cuatro países muestran una brusca o violenta caída en su PBI, esos países son: EE.UU. (menos 2,1 %), Suiza (-1,2 %), R.F. Alemania (-1,1 %) país que muestra una crisis negativa que se prolonga por dos años consecutivos, e Italia (-0,4 %) que continuará su declinación un año más, en 1983. Sólo tres países se salvan de la caída; esos países son: Japón, Francia y Gran Bretaña; los tres por causas distintas, como pasaremos a ver.
Japón no sufrió la caída de su PBI por la simple razón de que más bien se había puesto a la cabeza de los cambios tecnológicos, y por ello mismo, provocó la crisis en otros países en los que ofertó mejores productos a bajos precios. De su lado, Francia eludió bien la crisis por que su desarrollo en el período 1960-1980 había sido de los más altos (sólo superado por el Japón) y por tanto se encontraba en mejores condiciones para encarar el fenómeno, y a más de ello, cuando el Japón empezó a invadir otros países con sus productos fabricados por las industrias de alta tecnología, entonces procedió a aplicar una enérgica política proteccionista, que le habría de dar óptimos resultados. En el caso de Gran Bretaña sucedió que el descubrimiento y explotación del petróleo en el Mar del Norte le dio una suerte de paraguas ante el chubasco de los años 1981 y 1983 (pero como contrapartida, la tasa de crecimiento de su PBI fue muy modesta).
Los efectos de la crisis de 1982 en las economías de los países pobres fueron, como es comprensible, arrasadores, pues ese año se dio inicio al interminable período de la decadencia de esas innumerables naciones. es éste el caso, por ejemplo,  América Latina.

LA TERCERA REVOLUCION INDUSTRIAL- PRIMERA PARTE

LA TERCERA OLA QUE SACUDIO EL MUNDO

Durante las décadas de los años 50s, 60s y 70s del siglo actual, los avances científicos y tecnológicos no cesaron en ningún momento de realizarse. Aunque, claro está, la mayor parte de esos progresos no se difundieron, a la espera del detonante que presionara al sector productivo para asimilarlos en su funcionamiento. Ese detonante se activó en 1973, a partir del shock petrolífero generado por el alza violenta del combustible, realizada por la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que se hallaba bajo el control de los países enfrentados por entonces en guerra contra Israel, apoyado por los Estados Unidos y las potencias europeas, a todos los que se propusieron castigar con esa medida los productores de petróleo. En esta perspectiva, los precios del barril de crudo evolucionaron hacia el alza, como se desprende de la serie que va en seguida:
1973 ...... US$ 5,8 el barril
1974 ...... US$ 12,8 el barril
1978 ...... US$ 13,1 el barril
1979 ...... US$ 27,4 el barril
1980 ...... US$ 35,2 el barril

Como se ve en la serie anterior, en 1974 el precio del crudo se había más que duplicado con referencia al que tenía el año anterior, y un lustro después (en 1979), la cotización del barril pasó a los 27,4 dólares para alcanzar la cifra récord de 35,2 dólares el año 1980. Dado que la tecnología que se desarrolló en el curso de la Segunda Revolución Industrial, y que era la que se empleaba en la década de los 70s, se fundaba en el empleo del petróleo barato (y en la industria pesada venida del siglo pasado), un incremento de precios tan grande como el habido en el crudo tenía que generar, como efectivamente generó, una conmoción gigantesca, lo que obligó a las potencias industriales a reorientar toda su tecnología, haciendo que ella tuviera estas tres particularidades distintivas:

1. En primer lugar, la nueva tecnología debería emplear la menor energía posible, así como también un mínimo de mano de obra.
2. En segundo lugar, debería ser una tecnología de muy amplia incidencia en todos los aspectos de la vida individual y colectiva; y
3. En tercer lugar, debería ser una tecnología que, teniendo una elevada productividad, emplee menos materias primas valiosas o tradicionales que sus precedentes.

Tres grupos tecnológicos satisfacen plenamente las anteriores particularidades impuestas por la nueva situación; estos 3 grupos son: la robótica, la ingeniería genética (o bioingeniería) y las telecomunicaciones. En el centro de la robótica y las telecomunicaciones se encuentra la tecnología de los ordenadores que son la nueva forma de operar el trabajo industrial, con el intenso empleo de la electrónica. La química tradicional, basada en el petróleo, fue reemplazada en la nueva perspectiva por la biología fundada en la genética, que emplea microorganismos en la producción de artículos químicos, farmacéuticos y textiles. Pero veamos la forma en que evolucionaron en el mundo los tres grupos tecnológicos apuntados.


1) La Robótica 
El primer robot industrial fue construido en 1961 por Joseph Engleberger (EE.UU.) quien acopló a un ordenador brazos mecánicos articulados, con lo que tuvo el primer robot al que se le conoce como el "unimate". En los años sucesivos se fue mejorando el modelo inicial, de manera que cuando en los primeros años de la década de los 70s progresó enormemente la microelectrónica, el costo de los robots bajó substantivamente, lo que fue percibido tempranamente por la industria automotriz japonesa, que desde 1970 empezó a utilizar en sus plantas de montaje estos nuevos aportes al proceso productivo (a poco, la siderometalurgia también generalizaría el uso de los robots industriales perfeccionados). Como es sabido, los robots no sólo resultan mucho más baratos que la mano de obra humana, sino que no cometen errores y pueden trabajar sin interrupciones, sin requerir calefacción, ni luz, ni tiempo especial por razones de fatiga, (pues ellos pueden corregir sus propios defectos o arreglar sus sistemas, si sufren algún daño eventual).
El ritmo tan intenso en que la industria japonesa se robotizó, se tradujo en el aumento de la velocidad de penetración del automóvil nipón en los mercados norteamericanos y europeos, con el correlativo retroceso de la producción local: mientras en 1978 los EE.UU. fabri-caron 13 millones de unidades de coches, dos años después, en 1980 tal cifra descendió a los 8 millones y en 1982 ellos montaron únicamente los 5 millones; esto significó no solamente que muchos de los mercados de exportación los habían perdido, sino lo que es aún peor: había ocurrido que ese año de 1982, el 27 por ciento del mercado interno de los EE.UU. era ya cubierto por los coches japoneses; dado que, al paso en que se iba, los Estados Unidos habrían presenciado la quiebra total de su enorme industria automovilística, el propio presidente del país norteño viajó a la capital japonesa para pedir (y lograr) que los mismos productores nipones frenaran sus exportaciones destinadas a la potencia norteña, bastante herida comercial y económicamente. Pero no solamente norteamérica sufrió la agresividad comercial asiática; también Europa vio invadidos sus predios por los coches japoneses, que en 1982 cubrían el 10 por ciento de la demanda automotriz alema-na. Asimismo, Inglaterra perdió el 30 por ciento de su mercado interno de automotrices, proporción que también correspondió a Bélgica. Este cuadro sólo tuvo una excepción: Francia, que protegió enérgicamente su mercado interno, sin que para ello le importara violar abiertamente acuerdos y tratados vigentes; para los gobernantes galos, antes que todos los acuerdos y convenios internacionales está la defensa de su economía propia. Es de advertir que, paralelamente con ese enérgico proteccionismo, Francia tomó medidas para impulsar su política de modernización y de innovaciones tecnológicas.
Es claro que la conmoción provocada por el Japón en todo el mundo, aquél histórico año de 1982, dio comienzo a una verdadera guerra por la robótica en las esferas en que se mueven los países más poderosos: el año de 1980 el Japón produjo 3,000 robots, mientras EE.UU. sólo llegó a poner en el mercado 1,300; años después, en 1985 el país asiático sobrepasó los 30,000 robots producidos, en tanto que los norteamericanos apenas se aproximaron a las 6,000 unidades. Dado que las proyecciones indicaban que, hacia 1990, Japón tendría una producción de 60,000 robots industriales al tiempo que EE.UU. únicamente alcanzaría unos 22,000 de dichos aparatos, las más gigan-tescas corporaciones norteaméricanas se han puesto a diseñar planos secretos para perfeccionar los robots hoy existentes y aumentar substantivamente su producción: la IBM tiene ya un robot con dedos que pueden palpar y agarrar objetos; a su vez, la General Motors cuenta con un robot que puede pintar un automóvil en un tiempo relativamente pequeño; la Westinghouse ha montado un gran centro productor de robots, lo mismo ha hecho la Bendix; la United Technologics ha inventado un robot soldador altamente sofisticado. Frente a esas medidas norteamericanas, la Fujitsu Fanuc del Japón está ampliando sustantivamente sus plantas dedicadas a la fabricación de robots mucho mejores que los actuales, al tiempo que la Kawasaji Heavy Industries ha construido una enorme planta de 76 millones de dólares que, de hecho, es la más enorme fábrica productora de robots del mundo entero. En la carrera robótica participan también las potencias europeas, que exhiben en su haber el mérito de contar con los aparatos más avanzados del universo: la empresa sueca Asea produce el más notable robot del mundo, el que hace soldaduría por arco (de hecho, su similar japonés no es sino una copia del modelo original sueco); las empresas alemanas Kuka Mann, Volkswagen y Daimler-Benz también fabrican robots soldadores; el robot italiano Allegro es uno de los más destacados en el montaje automotriz, conjuntamente con el Sigma producido por la Olivetti también italiana, la Federación Rusa, de su lado, se encuentra empeñada en superar el retraso relativo que muestran sus industrias dedicadas a la microelectrónica y a los ordenadores (que vienen a constituir el corazón mismo de la robótica), para lo que ha tomado enérgicas medidas orientadas a la aceleración del adelanto de las ramas que se dedican a este tipo de productos de la tecnología actual.

FIN DE LA PRIMERA PARTE